Gracias por cada verso
inacabado, que dejaron espacios en blanco entre renglones y hoy puedo
reescribir.
Gracias por hacerme comprender
que no podía estar a la altura de alguien que no se mide ante ti.
Gracias por no afrontar promesas,
porque hoy cada sueño se me antoja más apetecible sin ti.
Gracias por cada olvido, pues
mi despedida pudo ser lenta, pero inequívoca.
Gracias por recordarme con
insistencia que hubieron mujeres más importantes, aunque después las pasiones
se ahogasen en vasos vacíos.
Gracias por cada desprecio vertido, pues cada vez eran estimulados suspiros de grandeza en mi.
Gracias por cada desprecio vertido, pues cada vez eran estimulados suspiros de grandeza en mi.
Gracias por inventarte largas
distancias, que solo existían en tu cabeza como pretexto a tus propios miedos,
porque me permitieron echar tierra de por medio.
Gracias por compartirme solo en
momentos de tu conveniencia y que me otorgabas con la pleitesía de un Dios,
porque entendí que alcanzar tales alturas que no me correspondían, era perder
tiempo.
Gracias por aquellos vastos montes que me describías con nostalgia, pues me hiciste
ver que no eras merecedor de esa pequeña flor prohibida que aguardaba en mi jardín.
Gracias por obviarme como
mujer, amiga, confidente, porque pude recordar que nunca te necesite.
Gracias.