Voy cerrando despacio la
puerta que te vio colarse tropezando malhumores a diestro y siniestro sin
motivos aparentes y que sólo eran provocados por despropósitos viciados.
Ese umbral que sin quererlo fue
testigo de coronaciones faraónicas que te concedias con monólogos salpicados de
gris y que ibas, en un tono protegido, hilando con palabras que no debieron nunca
ser pronunciadas ni escritas y que ni tu mismo te creías.
Queda cerrado el acceso, antes
abierto de par en par, dónde te deslizabas sin permiso para trazarme proyectos que
nunca pedí y que falseaban decoros de ensueño en las 5 tierras. Ni darán comienzo
ya esas grandes celebraciones cada 27 de enero contando los minutos y segundos
de las 4 horas que nos separan.
Sello cada brecha abierta por
tu insistencia con el dulzor que me produce saber que solo son aparentes tus
modales de Don Juan y que sólo limando tus asperezas podrás no recordar mi
sonrisa. Ni tan siquiera tu caballerosidad podrá ensombrecer mi integridad bien
curtida.
Doy por zanjados tus
constantes tropiezos lacios y marchitos que caían por su propio peso y que poniéndome
del revés la cabeza prentendias hacerme creer. Ni las advertencias del
trotamundos en recorrer otras comarcas en mi ausencia podrán devolverte lo que
ya perdiste.
Nada podrá abrir ya la puerta
que se cerró frente a la tacañería que demostraste, contando y robando suspiros
de colores y papel. Nada podrá convencer lo que mi sombra que te perseguía fue
testigo.
A dónde te dirijas déjate
llevar, acomoda el pesar tras de ti para que sea mas sereno tu camino, cuando
te traiga de regreso a mi, huérfano de remordimientos.