En el
quicio dónde aguardan mis añoranzas sostengo el candil que alumbra, en la
frialdad del verano, los recuerdos que ya han dejado de doler y son insufribles
las lágrimas. Porque nunca mas caminaré de espaldas a tu silencio que no dieron
respuestas.
Desde ahora
inventaré todos los atajos posibles que me lleven de regreso a ti, con
insistencia, pero sin que te des cuenta, sin que me sientas llegar, a
hurtadillas.