Voy cerrando despacio la
puerta que te vio colarse tropezando malhumores a diestro y siniestro sin
motivos aparentes y que sólo eran provocados por despropósitos viciados.
Ese umbral que sin quererlo fue
testigo de coronaciones faraónicas que te concedias con monólogos salpicados de
gris y que ibas, en un tono protegido, hilando con palabras que no debieron nunca
ser pronunciadas ni escritas y que ni tu mismo te creías.